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La ira es, naturalmente, un intenso espíritu de disgusto o animosidad, un espíritu vengativo, un sentimiento de aborrecimiento que ha quedado asentado. El enojo describe una forma intensa de ira, probablemente incluyendo estallidos violentos. Malicia es una conducta malvada contra otros con la idea de dañar a sus personas o reputaciones. Es un desagrado irrazonable que se complace en ver sufrir a los demás. Blasfemia aquí significa injuria, esto es, un fuerte lenguaje sin freno empleado contra otra persona. Significa increpar de una manera dura e insolente. Palabras deshonestas significa un habla vergonzosa, y describe aquello que es obsceno, indecente o corrompido. Es un lenguaje deshonroso e impuro. En este catálogo de pecados, el apóstol va de las motivaciones a las acciones. La amargura inicia su obra en el corazón humano, y luego se manifiesta en las diversas maneras que se han descrito.
despojado del viejo hombre; despojaos de él ahora en la práctica dejando de mentir. La mentira es algo que pertenece al viejo hombre, y no tiene lugar en la vida del hijo de Dios. Cada día de nuestras vidas nos sentimos tentados a distorsionar la verdad. Puede ser reteniendo información en un formulario del impuesto sobre la renta, o copiando en un examen, o incluso exagerando los detalles de una historia. La mentira se vuelve doblemente grave cuando dañamos a alguien con una falsa declaración, o creando falsas impresiones.
No sólo hemos quitado el viejo hombre, sino que nos hemos revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento completo. Así como el viejo hombre se refiere a todo lo que éramos como hijos de Adán, con una naturaleza irregenerada, así el nuevo hombre se refiere a nuestra nueva posición como hijos de Dios. Ha habido una nueva creación, y somos nuevas criaturas. El propósito de Dios es que este nuevo hombre crezca siempre más y más a semejanza del Señor Jesucristo. Nunca deberíamos quedar satisfechos con nuestros logros presentes, sino que deberíamos siempre apresurarnos hacia la meta de una conformidad cada vez en aumento con el Salvador. Él es nuestro ejemplo y la regla de nuestras vidas. En el día venidero, cuando estemos ante el Tribunal de Cristo, seremos juzgados no por lo mejor que fueron nuestras vidas que las de otros, sino según nuestra vida se ajustó a la vida del mismo Señor Jesús.
La imagen de Dios no se ve en la forma de nuestros cuerpos, sino en la hermosura de la mente y del corazón renovados. La santidad, el amor, la humildad, la mansedumbre, la bondad y el perdón -esto es lo que constituye el carácter divino
C. MacDonald
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