Dios no solo abre caminos, también te enseña a caminar sobre las aguas!!

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A veces le pedimos a Dios que quite los problemas, que nos abra un camino donde no lo hay, que nos rescate de lo que duele. Pero hay momentos en los que Él no lo hace así… porque quiere enseñarnos algo más grande, a mantenernos firmes aun cuando todo parece hundirse. Caminar sobre las aguas no significa no tener miedo, significa confiar en medio del miedo. Es cuando las olas son altas y el viento es fuerte, pero aún así decides creer. Dios no siempre calma la tormenta de inmediato, muchas veces quiere mostrarte que, con fe, puedes atravesarla sin hundirte. Quizás no se trata de que se abran nuevas puertas, sino de aprender a caminar con fe sobre aquello que antes te hacía temblar. Porque mientras confíes, no habrá agua profunda que te hunda, ni viento fuerte que te derribe. ¿Y si esta vez Dios no quiere abrirte un camino, sino enseñarte a caminar sobre lo imposible?

Los Reyes de Israel-Isboset

Isboset

Después de la muerte de Saúl, Isboset creía que tenía derecho de la sucesión al trono. Abner le apoyó y le hizo rey sobre todo Israel (2Sa_2:8-9. Es verdad que había sucesión en el linaje de David después pero fue por promesa de Dios (“No será quitado el cetro de Judá” Gén_49:10, 2Sa_7:16). Isboset no tenía tal promesa; no tenía derecho de asumir tal responsabilidad.

Isboset empezó con el apoyo de le minoría (Galaad), pero luego ganó el apoyo de la mayoría. Sólo Judá siguió a David. 


Bajo Isboset, se desarrolló la carnalidad en la nación. Abner, general de Isboset, fue a Gabaón donde propuso a Joab, general de David, que los jóvenes se levantaran a maniobrar. Era una partida entre los dos grupos para vanagloriarse en la fuerza de la juventud. Pero tal cosa conduce a la envidia y a la contienda. Donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa (Stg_3:16). 

Resultó que los veinticuatro jóvenes pelearon hasta la muerte y la ira de todos se encendieron hasta desenfrenarse en una batalla. Asael, hermano menor del general, se levantó soberbiamente, deseando el honor de tumbar al jefe, Abner. Pero su entusiasmo solamente le condujo al fracaso. Isboset era divisionista y déspota no escogido por Dios. Abner era culpable de apoyarle. Pero tal error carnal no se corregía por la contienda. ¿Consumirá la espada perpetuamente? ¿No sabes tú que el final será amargura? ¿Hasta cuándo no dirás al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? (2Sa_2:26). David reconoció que Abner había sido príncipe y grande en Israel y que Asael y sus hermanos eran demasiado duros. “Las armas de nuestra milicia no son carnales” (2Co_10:4).

David no apoyó la matanza de Isboset como la forma divina de quitar el usurpador. El tenía paciencia, confiado en el Señor y, “David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl (Isboset) se iba debilitando'' (2Sa_4:10-11, 2Sa_3:1). La juventud necesita aprender esta lección de fe, siempre impetuosa y celosa, y la paciencia espiritual.

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