Dios no solo abre caminos, también te enseña a caminar sobre las aguas!!

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A veces le pedimos a Dios que quite los problemas, que nos abra un camino donde no lo hay, que nos rescate de lo que duele. Pero hay momentos en los que Él no lo hace así… porque quiere enseñarnos algo más grande, a mantenernos firmes aun cuando todo parece hundirse. Caminar sobre las aguas no significa no tener miedo, significa confiar en medio del miedo. Es cuando las olas son altas y el viento es fuerte, pero aún así decides creer. Dios no siempre calma la tormenta de inmediato, muchas veces quiere mostrarte que, con fe, puedes atravesarla sin hundirte. Quizás no se trata de que se abran nuevas puertas, sino de aprender a caminar con fe sobre aquello que antes te hacía temblar. Porque mientras confíes, no habrá agua profunda que te hunda, ni viento fuerte que te derribe. ¿Y si esta vez Dios no quiere abrirte un camino, sino enseñarte a caminar sobre lo imposible?

Devocional Diario// La concentración de mi pecado

Julio 3 

La concentración de mi pecado 

"¡Ay de mí que soy muerto!, porque, siendo hombre inmundo de labios... ", Isaías 6:5


 Cuando entro en la presencia de Dios, no me doy cuenta vagamente de que soy pecador, sino que percibo la concentración de pecado en un área particular de mi vida. Una persona puede decir con facilidad: "Oh, sí, yo sé que soy pecador"; pero de la presencia de Dios no puede salir con una declaración tan general e indefinida. 

La convicción que recibimos se concentra en un pecado específico: yo soy esto o aquello. Esa siempre es la señal de que una persona se encuentra en la presencia de Dios. No hay un sentimiento indefinido del pecado, sino que lo veo concentrado en alguna área de mi vida. Dios empieza por darnos convicción de ese pecado en particular hacia el cual su Espíritu Santo ha dirigido la atención de nuestra mente. Si nos rendimos y sometemos a su convicción específica, Él nos mostrará la disposición a pecar que se encuentra debajo. 

Dios siempre nos trata así cuando estamos en su presencia de una manera consciente. Esta experiencia de la concentración del pecado es cierta en la vida de cada uno, desde el más grande de los santos hasta el peor de los pecadores. Cuando una persona empieza a subir la escalera de la experiencia, puede decir: "No sé en dónde me he desviado", pero el Espíritu de Dios le señalará algún pecado definido y específico. El efecto de la visión de la santidad del Señor sobre Isaías fue la comprensión de que era un hombre de labios inmundos. Tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios y es quitada tu culpa y limpio tu pecado (Isaías 6:7). El fuego purificador tuvo que aplicarse donde el pecado se había concentrado. 

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